En esta historia vemos a un niño pequeño que se llama Roberto que por lo visto, no ha tenido un buen día. Al llegar a casa se encuentra con situaciones que le desagradan como ordenes de su padre o una cena que no le apetecía en ese momento, lo que hace que Roberto se comience a cabrear y le hace una mala contestación a su padre.
Como consecuencia, su padre le dice que se vaya a su cuarto hasta que se calme. Una vez estando solo en la habitación, comienza a notar como algo le empieza a subir y a crecer en el interior… hasta que escupe una gran llamarada y ahí, entra la rabia, la cual se representa como un monstruo rojo y grande que destruye todo a su paso. Al principio, Roberto le apoya en la idea de destruir las cosas, pero poco después ve las consecuencias de lo que eso suponía. Destroza su juguete favorito, sus libros, su cama… y eso a Roberto no le gusta.
Cuando se da cuenta de lo ocurrido, comienza a arrepentirse y a preocuparse por sus cosas. Vemos como Roberto cambia su comportamiento y la rabia comienza a hacerse más y más pequeña hasta que por fin guarda el enfado en una caja. La rabia impide pensar con claridad en momentos en los que es muy grande, y vemos como las consecuencias que eso produce no son beneficiosas, por lo que es mejor aprender a controlarla y gestionarla de una forma menos impulsiva.
Es importante enseñar a los niños a gestionar esta emoción en la etapa de infantil ya que en ese momento, están empezando a entender sus emociones. Aprender a gestionar la rabia es esencial para que aprendan a autorregularse, a mejorar sus relaciones sociales, a resolver conflictos y diferencias de forma saludable, a ser empáticos… por lo que es un tema esencial para trabajar en el aula.
Trabajo realizado por Lucía García Melguizo
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